Pero quizás, la mayor dificultad que debe afrontar el educador es la indiferencia de los padres a una educación más amplia y profunda. La mayoría de ellos se interesa solamente en el cultivo de algún conocimiento superficial que asegure a sus hijos posiciones respetables en una sociedad corrupta. Así que el maestro no sólo ha de educar a los niños del modo correcto, sino también ha de ver que los padres no deshagan lo que de bueno pueda haberse hecho en la escuela. En realidad, la escuela y el hogar deben ser centros unidos para intentar ofrecer a los niños la educación correcta; de ninguna manera se han de oponer entre sí, con los padres deseando una cosa y el educador haciendo algo por completo diferente. Es muy importante que los padres sean plenamente informados de lo que el educador está haciendo y se interesen vitalmente en el desarrollo total de sus hijos. Es tanto responsabilidad de los padres ver que esta clase de educación sea llevada a la práctica, como de los maestros, cuya carga ya es suficientemente pesada.
Un desarrollo total del niño sólo puede producirse cuando existe la correcta relación entre el maestro, el estudiante y los padres. Como el educador no puede ceder a determinadas fantasías o exigencias de los padres, es necesario que éstos hagan un esfuerzo, de modo que comprendan al educador y cooperen con él, sin generar conflicto y confusión en sus hijos.
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